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"Guillermo Martín Bermejo (Madrid, 1971) no es un artista a quien le guste ocultarse tras una enumeración de exposiciones y referencias. No, lo suyo es otra cosa diferente. Sutil y narrativo, Martín Bermejo prefiere que su obra vaya quedando en la memoria del amante del arte y del esteta como queda una conversación grata y casual, en apariencia irrelevante, que resuena algún tiempo después en la memoria.

Su obra, inabarcable, ha tratado casi todas las experiencias humanas imaginables. Esta aproximación a una variedad insólita de temas se ha venido haciendo, principalmente, desde el dibujo, con la inteligencia y discreción que ofrece dicha técnica. Como quien accede a un diario íntimo, el espectador es partícipe de las experiencias que sus obras proponen."  

David Morán

 

"En otro ámbito muy distinto cabría destacar también las relaciones que Guillermo Martín Bermejo (Madrid, 1971) establece en su trabajo entre lo literario, lo ilustrativo y lo narrativo, despegándose de los prejuicios con que la modernidad lastró todas estas categorías; así, en alguna serie reciente, como por ejemplo su Antología del antihéroe (2012), protagonizada por personajes de la novela de iniciación -desde Lord Chandos a Sebatian Flyte-, elegidos bajo una clave muy personal que explora los miedos y deseos íntimos o la incertidumbre frente a la edad adulta, la tematización adquiere un carácter explícito y combativo"

Óscar Alonso Molina.
Arte Español Contemporáneo 1992-2013. Pag. 291.
Dirigido por Rafael Doctor. Ed. La Fabrica.

 

Guillermo Martín Bermejo o la fragilidad.

"Guillermo Martín Bermejo (Madrid, 1971) es el primero de estos catorce artistas, en cuya obra me fijé. Él entonces trabajaba como empleado en una galería de vanguardia, Heinrich Ehrhardt. Visité su primera individual, Pequeños ataques de ternura, 2002, en la librería Panta Rhei, entonces en Hortaleza. Luego las siguientes, que tuvieron por marco otra sala, Travesía 4, que entonces estaba en la calle paralela a la primera. Me sorprendieron, tan fuera de lo que entonces «se llevaba», su mundo como de christmas «sixties», su Soledad de los supermercados, el que un día me hiciera entrega de una «plaquette» por él ilustrada en la cual había recogido un fragmento de un poemario de César González-Ruano, el que otro día me sorprendiera con un «fake» tintinesco…

Fui viendo cómo crecía su obra y cómo esta, en 2004, cuando expuesta por vez primera en Travesía 4, retenía la atención de un poeta y crítico tan lúcido como Enrique Andrés Ruiz. Le presenté a Pierre Le-Tan en la inauguración de la muestra que comisarió José Carlos Llop precisamente en 2004 para el Reina Sofía. Supe de cómo se movía por Suiza —un día lo visité en el estudio que gracias a una beca de la Bartel Foundation tenía en Basilea, casi a la sombra de las campanas catedralicias— y Alemania. Colaboró en el mencionado número sobre la infancia de Plástico con un bonito recortable de sabor ochocentista. Abrió una web con ejemplos de su producción y fragmentos de diario y reflexiones estéticas, que estamos ante un artista especialmente conocedor de la literatura, y devoto sobre todo de Marcel Proust y otros franceses, y amigo de dibujar sobre páginas de viejos libros, por ejemplo de Insel Verlag…

La serie a la cual pertenecen los dibujos de chicos que aquí presentamos se titula Triste y osado/ Fugitivo y pálido, está encabezada por sendas citas de Cesare Pavese y el argentino Héctor A. Murena, lleva algún título schubertiano (en alemán), y posee un tono erótico más obvio que en anteriores ocasiones. El estilo, tan encantador como siempre, de repente trae a mi memoria, por lo gótico, el del gran Edward Gorey. Figuras: el niño rey, el niño héroe, el «Petit Prince» saintexpureyano, el «lost Boy», el «Poor Dandy». De su diario, por último, esta cita, de fecha 26 de noviembre de 2010: «Ahora puedo decir orgulloso que me dedico a la más importante de las artes, el dibujo. El tan denostado y subvalorado dibujo siempre en segundo plano resulta que es el padre de todas las artes. Si el dibujo es un pensamiento pre-verbal está antes que la poesía, antes sin duda que la escultura y la pintura. Ningún objeto común de nuestra vida existiría pues todos antes han sido diseñados, es decir dibujados. Que arma más poderosa tengo entre los dedos. Este simple portaminas es la base del mundo".

Juan Manuel Bonet
Aventuras de líneas. Galería Eva Ruiz. Sept-Nov 2011.
(Cat.)

 

"Reinterpretaciones de la infancia podría ser la frase que diese título a un texto sobre la obra de Guillermo Martín Bermejo. Una infancia perenne retratada en unos personajes que a primera vista, por la elección estética, nos parecen niños. Pero que, cuando nos fijamos mejor, percibimos que se trata de adultos, ataviados con corbatas, chaquetas o camisas. El niño como metáfora del adulto. Pero también del artista que dedica su existencia a la imaginación y a la ilusión y que, sin embargo, se tiene que enfrentar cada día al mundo de la madurez. "¿Y no será la verdadera vida esa que surge del acto creador, de nuestra imaginación, de lo irreal, lo que acaba siendo más auténtico que lo propiamente se nos dice que es real?", se pregunta el artista.

Niños heridos, niños silenciosos, niños tristes, niños solitarios. Todos nos podemos ver reflejados en esta serie de características introvertidas y frágiles. En ocasiones podemos incluso llegar a sentir que estamos sangrando sin que sea cierto, y continuar con nuestras ordenadas vidas sin apenas inmutarnos.
En "No solamente por placer" (2006) Martín Bermejo recrea un teatrillo de juguete en el que saca a sus habituales personajes de la segunda dimensión y les proporciona vida. Aturdidos en un escenario donde no saben qué hacer o decir. Una manera de atraer hacia la realidad a esos protagonistas que pueblan la fantasía del artista".

Manuela Villa.
Arte Emergente en España. Ed. Vaivén (2006)
Pag. 144

 

"Ante el trabajo de este artista, ante el necesario desconocimiento de sus circunstancias, imaginaré un modus operandi escueto. No puedo vislumbrar la necesidad de un estudio ampuloso y bien iluminado, ni estanterías repletas de carpetas y botes de mezcla, como seríe deseable para un bonito reportaje en Descubrir el Arte, donde fascina esa escenografía falsa y retocada del artista. No. A riesgo de equivocarme, me parece que el taller de este dibujante no es sino su propia vida; es decir, le imagino coloreando con lápices alpino una de sus tablillas sobre las propias faldas, o bordando con hilo corriente una de esas livianas almohadas casi amodorrado en el sofá de su particular refugio. ¿Me equivoco probablemente?

Pero es un arte entrañable. En eso llegaremos a acuerdo. Una de las cosas que hace deseables las tablillas de este hombre es la inocencia seguramente perdida que se adquiere en ellas. Como viñetas de historias que son, nos plantean segundos interminables -sentimientos congelados- de personajes que, hilados unos con otros, acaban por hacernos retroceder a nuestra propia adolescencia. Un jardín perdido en el que Martín Bermejo parece sentirse a gusto, una etapa de ambigüedades homoeróticas que todavía no han dado paso a la desfachatez de lo explícito.

Corazones tatuados, heridas sangrantes que manan tranquilamente, ojos cerrados en ensoñación. Lágrimas. Diagnostico la mansedumbre inquietante del andrógino, ser definido como perfecto en otros tiempos. Creo haberme topado de nuevo con la sinestésica belleza de lo que dormita a medias. Que nadie se apresure a recetar nada, se ve bien bonito este equívoco forzado de púber, nos anima a mantenernos -suspendidos- en una suerte de historia vivida; y esa es una de las virtudes del arte, conseguir recordarnos lo que un día fuimos".

Pedro Alarcón Ramírez.  lafresa.org  (2005)